Impala


  • Filo: Chordata.
  • Clase: Mammalia, Artiodactyla.

El impala es un antílope de estatura mediana. Por su aspecto similar, anteriormente se situaba junto a las gacelas. A causa de nuevos conocimientos, hoy se clasifica con la familia de los antílopes africanos.

Este esbelto animal es famoso por sus grandes saltos, que pueden llegar a más de 10 m de longitud. Consigue una altura de hombro de 90 cm y un peso de 40 kg (hembra) a 65 kg (macho).

El lomo es de color marrón claro. El vientre, pecho, cuello y barbilla presentan una coloración blanca. En los cuartos traseros posee una línea vertical oscura y un penacho de pelo negro en las patas posteriores, por encima de las pezuñas. La cabeza es grácil, los ojos grandes y las orejas delgadas y afiladas. Sólo los machos presentan cuernos, que pueden llegar a medir hasta 90 cm de largo.


 

El impala come hierbas, hojas y semillas. Vive en bosques poco densos y en la sabana salpicada de árboles. Este animal, en lugar de quedarse en campo abierto, como lo hacen la mayoría de los antílopes que pastan, corre a ponerse a cubierto ante cualquier amenaza.

En las épocas de hambruna, es frecuente ver a los impalas seguir a las tropas de papiones para alimentarse de las hojas y frutos que estos tiran. También siguen a los elefantes, ya que al agitar los árboles para conseguir sus frutos, los paquidermos se dejan muchos sin recoger y es cuando aprovecha el impala para intervenir.

Durante la temporada de reproducción, por regla general, un macho vigila un grupo de hembras, caminando de un lado a otro, exponiendo sus cuernos, con las orejas ajustadas y la cola levantada.

La lucha de los machos por su harén se divide en tres series de combate: primero, el desafiador muestra su parte clara de vientre, bosteza y saca su lengua con rapidez. Después, como provocación al combate, niega la cabeza. En la segunda fase ambos rivales, colocados uno frente al otro, con las cabezas erguidas se acercan y se retiran. Si posteriormente ninguno de los dos se da por vencido, incrustan sus cuernos, se empujan hacia delante y hacia atrás, se separan y comienzan de nuevo, hasta que uno de los dos animales se rinde. Los combates entre impalas no suelen producirles heridas.

Las hembras viven con su cría en manadas de diez a cien animales. Es frecuente en la época de partos, ver a varias crías reunidas con un número muy pequeño de hembras. Estos grupos se conocen como «manadas de guardería». Unas pocas hembras vigilan a las crías mientras que las demás pastan. Aparte de estos grupos, también se forman manadas de machos jóvenes y adultos, que son demasiado débiles para defender un territorio. Los machos de mediana edad son solitarios y territoriales, y exigen para sí cada una de las hembras que pasan por su territorio.

El impala es el animal que menos duerme de todo el Reino Animal, apenas 3 horas al día, y suele tener una especie de alarma, la cual le determina, por ejemplo, a qué hora debe levantarse.

Para alertar a sus demás congéneres de la presencia de un depredador o de cualquier otro peligro, los impalas emplean una serie de señales visuales, acústicas y olfativas. Las señales visuales son las más conocidas de estos animales. La parte inferior de su cola es de un color blanco inmaculado. Cuando están alertas, alzan la cola mientras van dando una serie de saltos. El color blanco de ésta se puede divisar a varios metros de distancia, alertando a los demás animales de los alrededores. Las señales acústicas comprenden una serie de resoplidos, que recuerdan al disparo de un rifle. Cuando el depredador ha sido identificado, estos resoplidos resuenan por toda la sabana.

Por último, emplean las señales olfativas. Éstas son las menos conocidas. Las glándulas que los impalas portan en las patas, sueltan unas feromonas que indican la presencia de un depredador. Es probable que sea ésta la razón por la cual los impalas saltan dando «coces» al aire, como si estuviesen en una mecedora flotante. Al saltar de esta manera, consiguen que el olor se vaya expandiendo por las zonas de alrededor, alertando a la manada y al resto de animales de la presencia de un depredador. Esta cualidad puede ser debida a la costumbre que este antílope tiene de vivir en zonas arboladas y de vegetación espesa, donde las señales visuales no sirven en gran medida.

El impala es un antílope que vive en alerta constante, ya que es una pieza clave en el menú de cualquier depredador de gran tamaño de África. Sus principales depredadores son el leopardo, el guepardo, el licaón, el cocodrilo y la pitón. Los leones también cazan impalas frecuentemente, pero sobre todo durante las épocas secas, cuando presas más substanciosas (ñues y cebras) migran a otras zonas.

Las crías no sólo sufren estos depredadores, sino también papiones, chacales, hienas, águilas, caracales y rateles. Todo esto convierte al impala en una especie fundamental de su ecosistema.

El impala está considerado por la UICN como especie fuera de peligro. La subespecie de cara negra (A. m. petersi) está clasificada como «vulnerable», aunque su población va en aumento.