Marabú africano


  • Filo: Chordata
  • Clase: Aves, Struthioniformes
Este grupo de aves zancudas incluye garzas, garcetas, avetoros, cigüeñas, ibis y espátulas. Todas tienen cuerpos grandes y rollizos, con cuellos largos y picos poderosos; sus largas patas les ayudan a vadear lenta y deliberadamente en aguas poco profundas, permitiéndoles  mantener su plumaje seco mientras extienden su cuello flexible para bajar su cabeza hacia el agua.
Sus pies tienen 4 dedos ampliamente espaciados; los 3 delanteros se encuentran unidos por una membrana interdigital que facilita extender el peso del ave cuando ésta camina sobre lodo o vegetación pantanosa.
 

El marabú africano habita las zonas pantanosas y sabanas del África subsahariana. Es un ave carroñera y cazadora de pequeños vertebrados (aunque se les ha visto capturando aves del tamaño de un flamenco en algunos lagos africanos).
Se podría decir que el marabú es el miembro de mayor tamaño de la familia de las cigüeñas. Pesan de 5 a 7,5 kilos y llegan a tener una altura de 1,2 metros. Sus fuertes picos, de forma cónica, pueden crecer más de 30 centímetros, y les resulta especialmente eficaz para extraer los trozos de carne de los animales muertos.
Este enorme marabú, de aspecto desgarbado, presenta un plumaje gris, negro y blanco, igual en ambos sexos. Posee una de las envergaduras más grandes que cualquier ave terrestre pudiera tener, esto es, cerca de 3 metros. Sus grandes alas anchas son negras.
A menudo descrita como «fea», esta ave grande presenta una cabeza y un cuello casi sin plumas. Su saco o carnosidad –semi rosada a magenta pálido- puede extenderse hasta 35 cm. desde la base del pico.
Su vuelo planeador elegante contrasta marcadamente con su aspecto encorvado y poco atractivo cuando está en el suelo. Durante el vuelo, lleva la cabeza ligeramente metida entre los hombros y las largas patas extendidas hacia atrás. Domina con habilidad las columnas ascendentes de aire caliente (corrientes térmicas) para remontarse tan alto, que casi se pierde de vista desde el suelo; se sabe que algunos marabúes han ascendido hasta los 4.000 metros de altura.
Si bien es una garza, a menudo el marabú se comporta más bien como un buitre. Se remonta muy alto en busca de alimento y usa su pico grande para rasgar la carne en descomposición de los cadáveres. Al igual que los verdaderos buitres, la cabeza y el cuello casi sin plumas constituyen una adaptación que les ayuda a evitar ensuciarse mientras comen.
Aunque esta ave ha sido despreciada por alimentarse de carroña, lo cierto es que sus servicios son de gran utilidad. Si los cadáveres en descomposición que los depredadores dejan por las llanuras africanas no se eliminaran, se convertirían fácilmente en foco de enfermedades peligrosas, tanto para los seres humanos como para los animales. El marabú se encarga de retirar esos desperdicios. Junto con los buitres, recorren las llanuras en busca de víctimas abandonadas. Cuando encuentran alguna, dejan que los buitres, que son más agresivos, abran el animal con sus picos curvos. En el momento oportuno, el marabú se abalanzará hacia el cuerpo muerto valiéndose del pico como si fuera el bisturí de un cirujano, extraerá un pedazo de carne, y se retirará en espera de una nueva oportunidad. Cuando los buitres se han saciado, llega el momento de que los marabúes se disputen los restos. Al marabú le sirve de alimento prácticamente cualquier cosa que le baje por la garganta, a excepción de los huesos. Tragan sin ninguna dificultad trozos de carne de hasta 600 gramos.
Cuando caza, dobla su cuello en forma de S. Al ver su presa, extiende la cabeza hacia adelante a gran velocidad. Una vez que la ha capturado, ésta puede ser dominada mediante la estocada del pico. Sus principales presas son una amplia variedad de peces, insectos acuáticos y otros invertebrados, e insectos terrestres, sobre todo langostas.
Son aves generalmente silenciosas, pero pueden utilizar una serie de llamadas cuando anidan, crotoran, silban y picotean.
Son animales gregarios, no territoriales, y suelen seguir los desplazamientos de los grandes herbívoros. Desde mayo a octubre permanecen en la parte situada más al norte de su área de distribucıón, emigrando luego hacia las regiones del sur, donde realizan la cría.
Durante la época de reproducción el macho exhibe su danza de cortejo y la hembra atraída responde con un comportamiento muy especial: revolotea de arriba abajo y da vueltas, acompañando estos movimientos con gritos y picoteos. En una de estas exhibiciones, el animal dobla el cuello hacia atrás hasta tocarse el dorso; esta postura abre una cámara de resonancia en la garganta, que amplifica el sonido producido al abrir y cerrar las mandíbulas. Hasta las crías se comportan de este modo. Contrario a lo que es habitual en muchas especies de aves, en este caso es el macho el que espera a que la hembra se le acerque. Se presentarán varias candidatas con la esperanza de ganarse sus favores. Las respuestas negativas son comunes, pero la persistencia tiene su recompensa y al final, una de ellas será aceptada.
El ciclo de cría de todas las cigüeñas está estrictamente regido por la estación, determinándose, según parece, por los suministros de alimento. Anidan en colonias, junto con otras especies de aves acuáticas. Construyen el nido en árboles principalmente, pero también pueden aprovechar montículos o incluso anidar en el suelo.  Los nidos se sitúan cerca de lugares de abundancia: zonas de carroña abundante. El lugar para el nido, elegido por el macho, es defendido contra los intrusos. Los nidos consisten en grandes estructuras de palos y otros materiales, como turba y ramas verdes.
   

Ambos progenitores incuban y alimentan a las criaturas desprotegidas regurgitando la comida en el lecho del nido. Pueden también regurgitar agua sobre huevos y crías, supuestamente para proporcionarles frescura. Las nidadas consisten en 1-4 huevos (hasta un máximo de 7), de color blanco tiza. El periodo de incubación es de 29-38 días. Los polluelos permanecerán en el nido durante 55-115 días.
El éxito de la reproducción dependerá de la disponibilidad de alimento y de las condiciones meteorológicas. Los marabúes suelen parar cerca de los vertederos, en los campos de cultivo, así como en estanques secos, que contienen las presas naturales necesarias para alimentar a sus crías. También les atraen las grandes praderas de hierba, por donde desfilan.
Mientras que el marabú de la India, su pariente más cercano, va desapareciendo, el africano prolifera debido a sus hábitos de alimentación (principalmente se alimenta de cadáveres). No se le conocen enemigos naturales. En el pasado, el hombre fue su adversario más cruel: lo cazaba y le arrancaba las suaves plumas traseras para adornar con ellas los tocados femeninos.
Afortunadamente para estas aves, la insensible matanza ha disminuido con el paso de los años, y su población va en aumento. El estudio de esta ave, revela a todas luces, que no hay razón para que se la desprecie y difame. Su ardua y eficiente labor de limpieza ambiental, beneficia sobremanera al hombre.