- Filo: Chordata
- Clase: Struthioniformes
Aves
En contra de la creencia popular, nunca se ha visto un avestruz esconder la cabeza debajo del ala. De hecho, cuando se sienten amenazadas, estas enormes aves no voladoras adoptan invariablemente la estrategia de usar sus largas patas para huir del peligro inminente. El avestruz tiene el honor de ser el ave más grande del mundo.
Los avestruces están ampliamente distribuidos en las zonas llanas, abiertas y de bajas precipitaciones de África, en cuatro subespecies claramente reconocibles. El avestruz norteafricano, que tiene el cuello rosa, habita en el Sáhara meridional; el avestruz somalí de cuello azul, ocupa el cuerno de África; contiguo a esta especie se encuentra el avestruz masai de cuello rosa, que vive en África oriental; mientras que al sur del río Zambeze, se encuentra el avestruz sudafricano, de cuello azul. El avestruz arábigo (Struthio camelus syriacus), se extinguió a mediados del siglo XX.
Las plumas del avestruz son blandas y sin barbas. El plumaje azabache del macho, en contraste con las largas plumas blancas «de vuelo» del exterior (primarias), le hace altamente visible a largas distancias durante el día. El color parduzco o grisáceo de las hembras y los ejemplares jóvenes, les permite camuflarse (los pollos recién nacidos son de color beis, con manchas marrón oscuro y tienen una cobertura erizada de plumón cerdoso en el dorso). Alas prominentes, cuello y patas largas y una gran flexibilidad, permiten a los avestruces una amplia gama de señales muy desarrolladas, como pueden ser: una hembra atacando con las alas extendidas, una hembra mostrando su disposición durante el cortejo o fingiendo estar herida, o un macho contoneándose en actitud amenazante.
Las ratites o aves no voladoras, carecen de quilla en el esternón, de ahí el término «ratite», del latín rata, que significa «balsa». Las ratites comparten también otros caracteres en el paladar, la lengua, la pelvis y el pico, que las diferencian de otras aves; además, los adultos de todas las especies carecen de glándula uropigial. La evidencia fósil sugiere que cada familia puede haber evolucionado a la incapacidad de vuelo de forma independiente. Aunque antes se pensaba que la distribución de las ratites en el hemisferio sur indicaba que habían evolucionado en Gondwana, hoy parece posible que lo hayan hecho en el norte y que luego volaran al gran continente austral, donde aumentaron de tamaño y dejaron de volar. Con la evolución de la falta de capacidad de vuelo, los grandes músculos y anexos asociados se hicieron innecesarios, y de ahí la pérdida de quilla.
La evolución a un tamaño grande tiene otras consecuencias, además de la incapacidad de volar. Las aves grandes necesitan importantes cantidades de alimento si quieren seguir siendo predominantemente herbívoras (como lo son todas, salvo los kiwis). Sin la necesidad de volar, el peso deja de ser un factor limitante, y las aves han desarrollado intestinos gruesos capaces de manejar la masa de materia vegetal que requiere su cuerpo. Las patas se alargaron para facilitar el movimiento y permitirles escapar rápidamente de los depredadores. Los cuellos también se estiraron, para que pudieran comer más fácilmente del suelo. Un cuello largo, tiene además el efecto de contrarrestar el peso del aumentado tracto digestivo, con lo que el centro de gravedad del ave, permanece por encima de las patas, haciendo eficaz la locomoción bípeda.
El avestruz es una gran ave propia de África, aunque anteriormente también habitaba en Oriente Medio. Vive en zonas semidesiertas y en la sabana. Es en la actualidad el ave más grande y pesada; puede alcanzar los 2,5-3 metros de altura, y pesar unos 115-180 kg. Los machos son ligeramente más grandes que las hembras.
El cuello es largo y extraordinariamente móvil, la cabeza pequeña, la abertura del pico no especializado ancha, los ojos muy grandes. Estos animales tienen visión aguda. Los muslos están desnudos, las patas son largas y poderosas, y en cada pie presentan sólo dos dedos. El ave puede dar potentes zancadas y correr a unos 50 km/hora. Los avestruces son caminantes infatigables.
Gracias a su gran zancada, su cuello largo y su preciso picoteo, son recolectores selectivos extraordinariamente eficaces de los alimentos de alta calidad escasos y dispersos en su hábitat. Al comer una amplia variedad de nutritivos brotes, hojas, flores, frutos y semillas, su dieta se parece a la de los ungulados ramoneadores más que a la de las aves. El producto de sus muchos picoteos se amasa en la garganta y luego pasa lentamente por el cuello como una gran masa esférica (bolo) de unos 200 ml de capacidad, que estira la piel de la garganta conforme desciende. El buche puede contener al menos 1.300 g de material, de los que el 45% puede ser arena o piedras que ayudan a triturar las sustancias duras.
Los avestruces se reúnen habitualmente en pequeños grupos para alimentarse. En tales ocasiones, son muy vulnerables a los ataques, y a menudo, miran a lo lejos buscando depredadores (los más comunes son los leones, pero a veces también los leopardos y los guepardos).
Las temporadas de cría varían según las zonas, pero en el África oriental los avestruces anidan principalmente en la estación seca. Un macho excava una serie de hoyos superficiales en su territorio, una zona que varía entre 2 y 20 km, dependiendo de la fertilidad del entorno. Una hembra (la «mayor»), que forma vínculos laxos de pareja con el macho, pero tiene un territorio propio que cubre hasta 26 kilómetros, elige uno de esos hoyos y produce hasta una docena de huevos, que pone en días alternos.
Hasta seis o más hembras «menores» también ponen sus huevos en el nido, pero no tienen ningún otro papel en el proceso. Estas hembras menores pueden también depositar sus huevos en otros nidos de la zona. La hembra mayor y el macho comparten por igual, en periodos crecientes, primero la vigilancia y luego la incubación de la nidada; la hembra por el día y el macho por la noche. Los nidos no vigilados son visibles desde arriba y vulnerables a la depredación de los alimoches, que dejan caer piedras sobre los grandes huevos para romper las cáscaras, de 2 mm de grosor. Incluso los nidos vigilados sufren el peligro de las hienas y, posiblemente, los chacales. El índice de pérdidas es alto: menos del 10% de los nidos sobrevive en el periodo de la puesta, unas tres semanas, y en el de incubación, de seis semanas. Los huevos son lustrosos, de un color blanco cremoso y con un peso de 1,1-1,9 kg.
Los pollos de avestruz están bien desarrollados (precoces). El macho y la hembra los acompañan, intentando protegerlos de las muchas rapaces y depredadores terrestres que los amenazan.
Las crías de nidos diferentes suelen reunirse en grupos grandes, escoltadas por uno o dos adultos. Sólo el 15% de ellas sobreviven al primer año, cuando alcanzan su plena altura. Las hembras pueden criar a los dos años. Los machos empiezan a adquirir el plumaje adulto cuando tienen dos años, y pueden reproducirse a los 3-4. Probablemente vivirán más de 40 años.
Los machos defienden sus territorios en la temporada de cría patrullándolos y amenazando y persiguiendo a los intrusos, además de rugiendo estridentemente y emitiendo silbidos agudos. Su llamada es sorprendentemente intensa y profunda, y se acompaña del inflado de su cuello de color brillante, un aleteo insistente y maniobras con las dos alas. Los machos en celo se exhiben entre las hembras agachando y agitando sus grandes alas extendidas, alternativamente, en una exhibición de «danza». Las hembras muestran su disposición bajando la cabeza y las dos alas, a la vez que las agitan.
Los grupos de aves suelen ser pequeños y no muy compactos. Los avestruces adultos pasan mucho tiempo solos.
Existen pocas especies en las que los individuos cuiden tan voluntariosamente de los huevos de los otros, ya que la selección natural actúa en ocasiones en contra de esta conducta aparentemente altruista. El gran tamaño de los avestruces y la vulnerabilidad de sus nidos a la predación, son probablemente los factores selectivos de dicha conducta en esta especie. Un huevo de avestruz es el mayor de los de todas las aves en términos absolutos, pero el más pequeño en relación con el tamaño del ave. En consecuencia, un avestruz puede cubrir un gran número de ellos, más de los que puede poner la hembra, o de los que le merece la pena poner, a la vista de los tiempos y los riesgos que acarrea.
La proporción de sexos entre los adultos en celo, que es de 1,4 hembras por cada macho, y el alto índice de destrucción de los nidos por depredadores, significa que existen muchas hembras sin nido propio donde hacer la puesta. Esto las conduce a poner los huevos en otras partes. Las hembras mayores se benefician de la presencia de huevos adicionales en su nido, ya que protege a los suyos por un efecto de dilución frente a los predadores a pequeña escala (en otras palabras, es menos probable que sus huevos, una docena de unos 20, resulten dañados).
Si, como sucede con frecuencia, en el nido de la hembra que cría se ponen más huevos de los que puede cubrir, hace rodar los sobrantes al inicio de la incubación hacia un círculo exterior al nido, donde no se incuban y quedan condenados a perderse. Como sabe distinguir entre los muchos huevos del nido, se asegura de que los que saca no sean los suyos. Toda una proeza de dotes de reconocimiento, pues los huevos de avestruz no difieren mucho en aspecto unos de otros.
Las plumas de avestruz se han usado desde antaño como adorno. En el antiguo Egipto, dada su simetría, eran símbolo de justicia (también se consideraban una delicia los sesos de avestruz). Fragmentos de la cáscara de los huevos se siguen usando en África en collares y cinturones, y en algunos lugares se cree que las cáscaras enteras poseen propiedades mágicas que protegen las casas y las iglesias de los rayos. Más mundanamente, los khoikhoi del África sudoriental usaban cáscaras vacías como cuencos de agua.
Los altos niveles de densidad de depredadores o la actividad humana, hacen improbable la supervivencia de los nidos. La caza furtiva ha conducido al otrora abundante avestruz arábigo a la extinción. Las poblaciones de avestruces están hoy descendiendo, conforme aumenta la intrusión humana en su hábitat, pero las especies no se encuentran todavía gravemente amenazadas.
Muchos avestruces sobreviven también en granjas, donde se crían por sus plumas y su carne, mientras que su blanda piel es muy adecuada para fabricar cuero fino.