- Filo: Chordata
- Clase: Mammalia
Artiodactyla
El búfalo cafre es una especie de mamífero artiodáctilo que habita en los bosques y sabanas del África subsahariana, especialmente al este del continente. El área de dispersión es bastante extensa, pero muy fragmentada. A partir del sur del Sahara, se extiende desde el Senegal al Sudán y hasta Etiopía, esto es, toda la parte central del continente negro.
Es el único mamífero de África similar a la vaca que frecuenta hábitats variados a altitudes de hasta 4.000 m. No obstante, el búfalo africano necesita beber diariamente; por su fisiología, no tiene la capacidad de retener mayor cantidad de líquido en su cuerpo, por lo que se ve obligado a restringir su movilidad, distribución y pastoreo a zonas con abrevaderos cercanos, por esta razón nunca se encuentra a más de 15 km del agua. No obstante, en casos extremos se conforma también con el fango.
Estos rumiantes también son conocidos como búfalo africano o búfalo de El Cabo, ya que fue en esta región de Sudáfrica donde se encontraron los primeros ejemplares.
Es el más recio, poderoso y salvaje de todos los bovinos africanos. Tiene la cabeza relativamente pequeña y bien formada; el cuello es un tanto grueso, largo y robusto; el cuerpo aparece ligeramente levantado en la cerviz y recto o algo hundido a lo largo del dorso, y la cola, larga y delgada, termina en un poblado mechón que corresponde a la mitad de su longitud. Los cuernos ahusados con curvas en forma de «C», se orientan primero hacia los lados y atrás, luego hacia arriba y por último nuevamente hacia atrás, con las puntas en forma de garfio; su superficie es muy irregular, y en los machos más viejos se ensanchan extraordinariamente en la base, hasta juntarse en una protuberancia en la frente, quedando entre ambos una pequeña separación.
Miden 1,75 m de altura a la cruz y presentan pesos promedios de entre 600 y 700 Kg, pero no es extraño encontrar ejemplares de hasta de 900 Kg. Las hembras son más pequeñas que los machos, pero maduran unos tres años más rápido. El macho puede llegar a pesar el doble que la hembra, y presenta cuernos más robustos; el cuello es más grueso también en los machos, que exhiben además una joroba en los cuartos delanteros, y un pequeño fleco de pelos que cuelgan en la garganta (papada).
El pelaje es escaso en ambos sexos, excepto sobre las orejas y en la punta de la cola. Muchas partes del cuerpo aparecen completamente desnudas. Por lo tanto, el color del animal no está determinado por los pelos, que son negros con las puntas algo más claras, sino por la misma piel, que es de un ostensible tono gris pardo oscuro. Las orejas son grandes, caídas y con flecos de pelos. El hocico desnudo y los pies grandes con pezuñas redondeadas. Los ojos, grandes, de color negro azulado, brillan salvajemente bajo los poderosos cuernos, de tal modo que estos bovinos parecen la imagen viviente de la más desenfrenada violencia.
Durante la noche y en periodos frescos del día se alimentan de diversas hierbas, hojas y otras plantas. Pasan las horas más calurosas de la jornada durmiendo y rumiando en cualquier charco fangoso o en cualquier pantano, del que salen cubiertos por una costra sucia y dura. A falta de estos lugares, eligen parajes sombríos o matorrales espesos.
Los machos se exhiben para obtener hembras y dominio, y pueden pelear presionando o golpeando sus cabezas.
Los búfalos africanos son muy sociables y se reúnen en épocas de abundancia de alimento en rebaños de 2.000 o más individuos. En la estación seca se dividen en grupos más pequeños de hembras y crías (que incluyen machos de hasta 3 años de edad), o en bandas de machos maduros solteros; los machos más viejos generalmente se muestran más solitarios. En cualquier rebaño, los machos grandes dominan a los más pequeños y también a cualquier hembra.
Los miembros del rebaño se asean entre sí y usan, sobre todo, señales de sonido para coordinar acciones como desplazamientos, huida o advertencia a otros. También cooperan para atacar a un depredador, como el león.
Los búfalos pueden estar infestados de piojos, pulgas y otros parásitos de la piel similares, que pájaros como los picabueyes atrapan para comer. El ave se alimenta y, a la vez, el búfalo se limpia. No obstante, se sabe también que los pájaros mantienen las heridas abiertas para alimentarse de la sangre, lo cual indica, en cierto modo, una relación parasitaria.
Cuando son heridos mortalmente, los búfalos se dejan caer poco a poco a tierra, alargan la cabeza y emiten un especialísimo y breve mugido; los cazadores expertos no se aproximan nunca a la presa sin antes haber oído este singular grito de muerte. Pero el hombre no es el único enemigo del búfalo. También el león le ataca y a veces consigue matarlo; muchos cazadores han encontrado búfalos que presentaban sobre el cuello y la espalda cicatrices de heridas profundas, como resultado de algún encuentro con leones. Estos búfalos, que han sido atacados por los grandes felinos, se muestran siempre irritables y fieros.
La única cría (rara vez son dos) nace después de 340 días de gestación, y es protegida con fiereza por la madre y, a menudo, por otros miembros de la manada. Los becerros nacen en distintos meses del año, puesto que la época del celo no corresponde a una determinada estación para todos estos bovinos, debido a que su área de dispersión es vastísima y las condiciones climáticas muy diversas. Los terneros permanecen con sus madres hasta el destete, entre seis y nueve meses después; en los meses siguientes todavía conservan cierto vínculo con la madre.
Dado su tamaño y mal carácter (sobre todo cuando ha sido herido), los búfalos africanos carecen de depredadores salvo el hombre, el león y el cocodrilo del Nilo. Los leopardos y las hienas depredan ocasionalmente sobre las crías que se alejan demasiado de la manada, aunque esto no sucede con frecuencia. Puede alcanzar velocidades de hasta 57 km/h.
A finales del siglo XIX por una enfermedad transmitida por ganado vacuno doméstico, esta especie estuvo al borde de la extinción. Dadas las favorables condiciones para su reproducción, la población se ha recuperado grandiosamente, alcanzando los mismos niveles anteriores a la epidemia.