Leopardo


  • Filo: Chordata
  • Clase: Mammalia

El aspecto del leopardo es muy similar al del jaguar, pero su físico es menos robusto y la cabeza más pequeña. El pelaje también muestra diferencias: mientras que el del jaguar está cubierto de círculos oscuros que contienen una o dos manchas más pequeñas de una tonalidad ligeramente más clara o grisácea, los círculos del pelaje del leopardo no contienen manchas más pequeñas en su interior.
 

El color de fondo del pelaje varía, según de qué parte del área de distribución proceda el individuo, desde un bello dorado, al amarillo pálido. Normalmente los ejemplares que habitan los desiertos y sabanas son más claros que los habitantes de la selva. En general presentan manchas en la cara, el pecho y las patas, rosetas en el cuerpo y los costados y anillas en la cola. Las manchas de la cara forman dibujos diferentes en cada individuo, de la misma forma que los rasgos faciales son distintos en cada persona. El número de manchas del hocico y su posición relativa varía según el individuo y dependiendo del lado de la cara. Las manchas de la frente forman figuras definibles, tales como círculos, óvalos y cuadrados; hay líneas o manchas alineadas justo debajo de los ojos, mientras que en el cuello, las manchas forman a menudo un collar. Se dan con frecuencia leopardos totalmente negros, sobre todo en la selva tropical.
El leopardo posee una silueta bastante maciza, con la cabeza redonda y la cola larga y fina. Sus patas son potentes, con 4 dedos en las posteriores y 5 en las anteriores, siendo todas sus garras retráctiles.
La cabeza y el cuerpo del leopardo alcanzan una longitud de entre 91 y 191 cm. La longitud de la cola es superior a la mitad de la longitud de la cabeza y el cuerpo. Los machos son más grandes que las hembras, alcanzando un peso de entre 37 y 90 kg, mientras que ellas entre 28 y 60 kg. En general, el tamaño del leopardo es relativamente constante en casi toda su área de distribución, si bien algunas especies muestran grandes diferencias de tamaño, tal como sucede en los tigres, pumas y jaguares.
Los leopardos no están estrictamente relacionados con un determinado hábitat. Parecen capaces de vivir en cualquier lugar que ofrezca suficiente comida y cobijo. Se les encuentra en la selva tropical, en la sabana, zonas de maleza, montañas áridas y pedregosas, desiertos y tierras cultivadas y de pastos.
Precavido, vigoroso, adaptable, el leopardo es capaz de vivir a la sombra del hombre mejor que cualquiera de los grandes felinos. Posee una de las distribuciones más amplias de todos los felinos. Se les encuentra en casi toda África (excepto en el Sáhara), y en algunas zonas de Oriente Próximo, Pakistán, India y el sureste asiático, también en China y Siberia. Vive en islas como Java, Ceilán, Zanzíbar e incluso Kangean, situada al noreste de Java. Se han descrito 27 subespecies, 13 en África y 14 en Asia.
Los leopardos atraviesan ríos nadando fácilmente, pero las grandes masas de agua, constituyen una barrera para ellos. A diferencia de los tigres y los jaguares, no necesitan vivir cerca de ambientes acuáticos; ello les permite vivir en el desierto de Kalahari, que carece de cursos de agua permanentes. En tal caso, adquieren el agua que necesitan para sobrevivir de las presas que matan.
Desde un punto de vista morfológico, el leopardo no tiene nada especialmente notable ni extraordinariamente especializado que no tengan los otros grandes felinos: ni especialización para la carrera (como el guepardo), ni un gran tamaño (como el león y el tigre), ni caninos muy grandes y adaptaciones a la vida arborícola (como la pantera nebulosa), ni un pelaje espeso para las bajas temperaturas (como la pantera de las nieves), ni patas robustas y caninos potentes como el jaguar. Pues bien, precisamente eso es la causa de su adaptabilidad: el leopardo ocupa una posición central en el panorama de los grandes felinos. El leopardo es menor en tamaño que los mayores miembros del género, en una relación de uno a cuatro, e, inversamente, mayor que la pantera nebulosa, en proporción de cuatro a uno. Este tamaño, es ideal para explotar presas de muy diversos tipos y dimensiones.

  
Los leopardos suben los cadáveres de sus presas a los árboles para ponerlas fuera del alcance de competidores carroñeros. En algunos casos un leopardo puede tener varias presas de diferente antigüedad colgadas en el mismo árbol. Se ha comprobado que las presas almacenadas en árboles duran por lo menos cuatro veces más que las presas del mismo tamaño almacenadas en el suelo. La disposición de las presas en los árboles facilita el éxito de los leopardos frente a la gran presión de los carroñeros y de los depredadores con los que compite.
Es un cazador solitario que actúa sobre todo en el suelo, pues raramente consigue presas en los árboles; captura tanto animales que sobrepasan varias veces su propio peso, como de su mismo tamaño. La secuencia de acciones que realizan durante la captura –búsqueda, acecho, carrera, derribo y mordisco mortal en la garganta- es parecida a la de otros felinos del género Panthera, aunque la carrera parece especialmente explosiva comparada con la del tigre o el león.
Según las disponibilidades, cazan y devoran monos, pangolines, ciervos axis y animales domésticos como cabras, terneros y perros. Se alimentan de una variada gama de presas. Comen prácticamente cualquier cosa, desde insectos y roedores, hasta grandes ungulados. Lo más normal es que den caza a gacelas, ciervos, cerdos y monos.
La existencia de zonas con cubierta vegetal en las que esconderse y acechar a sus presas es un componente importante del hábitat. Con todo, los leopardos se desplazan por terrenos relativamente abiertos. En tales casos, tienen que aprovechar los arbustos, matas de hierba y pequeñas depresiones, ya sea para acechar a las presas o para transitar de una zona cubierta de espesura a otra.
Como la mayoría de los grandes felinos, los leopardos pasan unas dos terceras partes de su tiempo descansando y oteando los alrededores. Suelen reposar en la espesura, o bien en ramas y horcajaduras de los árboles.
En la parte más septentrional de su área de distribución, el leopardo se aparea entre enero y febrero, mientras que en el resto de regiones, lo hace durante todo el año. Durante la cópula, el macho sujeta con la boca la piel de la nuca de la hembra hasta que el acto finaliza. En cuanto eso ocurre, la hembra se vuelve y aparta al macho de un zarpazo.
Tras un periodo de gestación de entre 90 y 105 días, nacen dos o tres crías en una madriguera apartada. Los cachorros pesan alrededor de 0,5 kg cuando nacen, y abren los ojos a los 10 días de vida. Permanecen junto a su madre hasta que tienen entre 15 y 24  meses. Algunos jóvenes llegan a zonas muy alejadas de su territorio natal. Otros viven de forma independiente pero cerca del territorio de la madre durante largos periodos. La época de dispersión está llena de peligros para estos animales. No sólo pueden morir de hambre por su inexperiencia en la caza, sino que también pueden sucumbir a los competidores y, por supuesto, al hombre.
Su esperanza de vida es de 20 años.
El leopardo es un felino solitario. Tanto machos como hembras suelen establecer territorios, de un tamaño que oscila entre los 8 y los 63 km. El territorio de un macho se superpone con frecuencia a los de más de una hembra.
   

Cuán adaptados están los leopardos a vivir en la frontera entre el bosque y los poblados, quedó patente en un estudio realizado en Nepal, en el que se siguió mediante radiotransmisor a un leopardo que se adentraba por la noche en un pueblo. Este leopardo estuvo intentando capturar una cabra del rebaño que había en el establo del poblado, pero amaneció sin que lo hubiera conseguido y sin haber podido retirarse al campo. Teniendo cortadas todas las vías de retirada, el felino pasó todo el día en un montón de leña en medio del bullicio de la vida cotidiana del poblado. Ninguno de sus habitantes, ni siquiera los perros, se percató de su presencia. La noche siguiente escapó. En las afueras de Nairobi y de otras ciudades africanas viven leopardos igual que en las afueras de Los Ángeles viven coyotes o en el centro de Washington D.C. viven zorros y mapaches.
A causa de tan gran adaptabilidad, los investigadores creyeron que el leopardo no tendría problemas de supervivencia. Otros grandes felinos –el león, el tigre, el guepardo y la pantera de las nieves- han sufrido grandes pérdidas como consecuencia de la persecución directa y de la destrucción de su hábitat. Se creyó que el leopardo superaría estos problemas con la misma facilidad con que entraba y salía del poblado. Esta teoría se reafirmó cuando en algunas reservas naturales africanas se declaró que el leopardo era localmente sobreabundante. Hoy en día ya no existe la certeza de ello: en la mayor parte de su área de distribución el leopardo está amenazado.